martes, noviembre 26
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Tarija se vuelca para arropar a San Roque en su Encierro

A San Roque se lo venera por su intercesión en la salud, no por ayudar a marcar goles, así que a la hora fijada la procesión recogió los bártulos del Estadio y enfiló la calle Cochabamba al ritmo de las cañas, las quenillas y los tambores. Al final la emoción estuvo en la plaza Campero. y no en La Paz, donde ni siquiera jugó Messi.

Los chunchos antiguos dan fe y los investigadores también mientras buscan una explicación sociológica: los promesantes se vienen multiplicando en mucho cada año. Algo que se nota en las procesiones previas, pero sobre todo el día del Encierro y particularmente, al tomar la antigua “calle Ancha” que hoy por hoy no da de sí para albergar las hasta seis u ocho hileras de chunchos promesantes que se trataron de formar y donde apenas se podía bailar hasta después de la calle Colón, cuando la fila tomó un poco de orden y los promesantes recordaron el día que era y lo que se esperaba de ello.

En algún momento alguien hará la evaluación de qué tan bien nos está viniendo que la Fiesta Grande de San Roque se haya convertido en Patrimonio de la Humanidad. Turistas tampoco es que se vean demasiados, y eso que viene haciendo calor. Algunas familias sí reconocen que aquella campaña hizo que los miembros más jóvenes se interesaran por la fiesta; otros dicen que hubo mayor auge entre 2006 – 2010 en la que se exacerbó mucho lo identitario y San Roque se ligó de una forma medio extraña a la lucha autonómica, y que lo que llegan ahora son los hijos de los que se sumaron entonces. Otros hablan de la renovación militante de los creyentes, que no llenan las Iglesias los domingos, pero están ahí cuando hay que hacer fuerza…

Como con todo, con esto de la masificación hay quien advierte que se pierden los rigores y las garantías: que los chunchos se están olvidando de bailar, que lucen demasiado estatus, que se ven demasiados celulares y que empiezan a abundar las cervezas. De los bolos de coca ni hablemos.

Al final todos los Encierros se parecen y todos son únicos. Cada vez hay mas empujones. Cada vez más personas acompañando una tradición a la que se le puso fecha en 1844 probablemente porque ese año llegó la Imagen y se consagró al fin la Fiesta Grande con sus nuevos ritos que tampoco han dejado de evolucionar, pero que en realidad llevaba celebrándose de una u otra forma desde la colonia.

Al final todo cambia. Hoy el centro del festejo es la promesa, ese pedido con su sacrificio que se trabaja espiritualmente en las previas y que nace del corazón de cada uno de los promesantes, sean chunchos, músicos o alféreces, pero lo. que es impresionante es ese momento en la plaza Campero cuando los chunchos entonan su canto, cuando plantan la rodilla en el suelo y uno cree que la plaza que no da más de sí se expande a pura presión,  y toda esa gente que despide al Santo con lágrimas, con la ilusión de haber cumplido, con el deseo de volver a danzar.

La Iglesia está contenta con el desarrollo de todos los ritos después de un año especialmente difícil para la estructura jerárquica. Queda todo un año para hacer la evaluación, para identificar errores y potencialidades que puedan cambiar o aprovecharse mejor. Siempre será bueno que los organizadores hablen con todos para saber qué se puede hacer mejor. Ahora, de momento, es el momento de la fe.

Vía: EL PAÍS

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