Hay espectadores que han visto una docena de veces El cementerio de los elefantes del orureño Sergio Antonio (Tonchy) Antezana Juárez. Cada vez que la película vuelve a la cartelera, una nueva generación la ve por primera vez. No pasa un mes sin que aparezca en los periódicos el “hallazgo” de un nuevo “cementerio de elefantes” (antros donde se va a beber hasta morir); el último se “descubrió” en la ciudad de El Alto hace un mes. Cuando eso pasa, es publicidad gratuita para la obra de Antezana; incluso los canales de televisión “ilustran” la noticia con imágenes de su largometraje. La obra tuvo un costo de 30.000 dólares. Se recuperó cada centavo. En su momento la vieron 40.000 espectadores, hoy anda por los 80.000. Suman miles y miles los que la han visto en copias “recontra” pirateadas. El cementerio de los elefantes y ¿Quién mató a la llamita blanca? son dos de las películas más plagiadas del cine boliviano. No me olvido de Calasich. De los “dvd” oficiales Tonchy ha vendido más de dos mil. Nota mental: esta semana ha dejado más copias en la tienda de la Cinemateca Boliviana (a 50 pesitos).
Han pasado quince años desde su estreno, en el que —por cierto— el filme pasó desapercibido. Tonchy, que vive hoy a caballo entre Cochabamba y Samaipata, regresó esta semana a la ciudad de La Paz para recoger el premio Semilla de la Fundación Cinemateca. Volvió a caminar por las calles donde rodó en quince frenéticos días uno de los fenómenos cinematográficos de nuestro país. Aquí van quince cosas que no sabías (ni siquiera podrías imaginar) de El cementerio de los elefantes.
Uno: ‘Lean a Viscarra y Saenz’
La película nace como cortometraje a inicios de 2008. Tonchy Antezana es profesor de Imagen en la carrera de Publicidad de la Universidad Franz Tamayo (Unifranz) de Cochabamba. “Lean a Saenz y Viscarra y hagan un ejercicio audiovisual”. Nadie hace nada. La secretaria, enterada del asunto, avisa al profesor sobre un concurso en México de cortometrajes (el premio son 10.000 dólares). Tonchy se anima, pero en vez de salir un “corto” sale un “largo”.
Dos: ‘Algo siempre haré’
¿Por qué se rodó en apenas quince días? Fue un récord, fue una osadía filmar en dos semanas un largometraje. Tonchy lo sabe. “Un cuate, Omar Limbert Villarroel, cochala, que vivía en Estados Unidos, me dijo que me prestaba la cámara, una Nikon, buena para la época, pero con un requisito: venía a Bolivia solo por quince días, luego se volvía”. Antezana dijo que sí. “Algo siempre haré”.
Tres: ‘Aguante Juve’
El trabajo de campo en la búsqueda de “cementerios de los elefantes” es divertido y peligroso. Junto a Homero Rodas hacen el desglose de producción. Chequean, al lado de Gina Alcón, boliches, “night clubs”, hostales, plazas, calles. El primer “night club” comprometido falla al estar cerrado y con chicas durmiendo dentro con llave echada. Buscan otro cerca de la plaza Pérez Velasco; graban en una noche el baile del “Exterminador” y “Chapulín” con las dos mujeres. Piensan en los cuatro actores principales. ¿Quién dará vida a Juvenal, al “Tigre”, al “Exterminador” y al “Chapulín”? ¿Y a las chicas, a la Marlene, a doña Matilde? El primer nombre es Luis Bredow. Él será el “Juve”. Cuando Tonchy contacta al actor, éste se encuentra en España rodando la película Che: Guerrilla de Steven Soderbergh, haciendo del campesino traidor Honorato Rodas. El director echa mano, entonces, de lo bueno conocido: convoca a Christian Castillo, con el que ya había trabajado en Nostalgias del rock (2004). Han pasado quince años y a Castillo todavía lo paran (“mucho lo joden por la calle”), lo invitan a “chupar” y lo llaman por el nombre del personaje, “Juve”. Bredow nunca sentirá nada parecido.
Cuatro: ‘Somos lo que somos’
El elenco no ensaya ni una sola vez. No hay tiempo. Unos amigos de El Alto, los integrantes del grupo de teatro callejero, El Quijote, lo hacen pero no sirve. Tonchy manda el guion y los “haraganes” preparan los papeles pero impostan, sobreactúan. Los técnicos suman siete, a veces nueve. El sonido está a cargo de Ángel Hinojosa; el maquillaje corre a cuenta de Gina Alcón y Geovanna Torrico; la foto es de Omar Limbert Villarroel, el cuate que presta la cámara; el vestuario es de Paco Delgado y la música, de Huáscar Bolívar. Fernando Peredo será el “Tigre”; Julio Lazo y su gran “percha” será “Exterminador”; y Wilson Laura será el “Chapulín”. Ya estamos todos, “somos lo que somos”.
Cinco: ‘Huele a pis de gato’
La famosa “suite presidencial” del “cementerio”, la preparada para beber hasta morir, no se rueda en La Paz sino en Cochabamba. Un amigo de Tonchy presta un aula abandonada de un colegio de la calle Baptista y Ecuador en el centro de la “Llajta”. El cuarto es un depósito con bancos rotos, “graffitis” y un insoportable olor a pis de gato callejero. “Era perfecto, compramos desodorantes y añadimos dos pintadas más: la silueta de la madre y de la mujer con la que el personaje principal tiene sus “delirium tremens”.
Seis: ‘Llegó la policía de verdad’
Las escenas de interior son rodadas en un hostal de la calle Manco Kápac de La Paz. “Ahí grabamos cómo se tragan la droga”. En una escena de exteriores, noche, aparece la policía. Es la secuencia del atraco al segundo taxista, a media cuadra de la plaza Abaroa, en Sopocachi. El taxista (el actor que hace de “tachero”) está hincado de rodillas suplicando perdón. Una vecina lo ve todo desde su ventana y se asusta. Llama a los pacos y aparece un patrullero. Ficción pura. “Fue divertido, llegó la policía de verdad, con sirenas y todo”. En la tercera noche se cae el cielo, es época de lluvias. El reducido equipo de rodaje se cubre con paraguas, aprovechan la lluvia. Los efectos especiales no son tan especiales.
Fotos: Ricardo Bajo y Película ‘El Cementerio de los elefantes’
RÉCORD. La cinta se grabó en 15 días, nu hubo tiempo para ensayos y se recurrió a la improvisación.
Tonchy Antezana con su premio Semilla.
CINE. la escena en que entierran al “Tigre” (Fernando Peredo).
Siete: ‘¿A cuantito su féretro?’
El entierro de las “emis”, de Marlene y las chicas, se rueda en el cementerio Héroes del Gas, ex Tarapacá, barrio de Villa Santiago II, El Alto. La producción alquila un féretro en la avenida de enfrente. Lo rellenan con piedras para que pese. Comienza a granizar. Hace mucho frío. “La escena del chango que le reza con la granizada quedó muy bien”. La neblina del entierro del primer taxista se logra a las seis de la mañana siguiente en un mirador alteño.
Ocho: ¡El trago o la vida!
Uno de los personajes carismáticos de El cementerio de los elefantes es el “Exterminador”. Julio Lazo se metió tanto en el papel que llegaba siempre con su petaca de alcohol para combatir el frío de la noche paceña. “Venía al rodaje con una amiga alemana, en una escena que tenía que sacar un cortapluma a manera de cuchillo, sacó el jarrito de trago. ¡Esto es un atraco, el trago o la vida! A pesar de todo, Julio fue el actor más cumplido y profesional, siempre estaba puntual, aunque fuera a las seis de la mañana”.
Nueve: ‘Señora, ¿se puede recorrer?’
¿Te han dado ganas de volver a ver la película? Si lo haces, te vas a fijar en la escena del cachascán en el Polifuncional de El Alto, en la Ceja. Los cuatro personajes (“Juve”, “Tigre”, “Exterminador” y “Chapulín”) están sentados viendo las peleas de las cholitas sumamente pegados y de costado. “Pagamos 200 dólares al mánager para poder filmar pero no nos sirvió de mucho pues no podíamos repetir las escenas; además estaba repleto. Señora, ¿nos puede dar campito? Estamos rodando una película. Nada. Janiwa”.
Diez: ‘Nadie quiere ser Alberto’
Toca rodaje en la 16. Cuando el equipo pasa por el puente de la Ceja, un par de torcidos miran a Christian Castillo, ya maquillado como Juvenal. Le hacen una mueca para ir a beber. “Esos dos querían ir a chupar conmigo”. El objetivo estaba logrado. El equipo graba escenas de chiwiña y pescado frito. El “Juve” y la “Marle” se sirven bien rico. Se han conocido en los puestitos de ropa usada: ella probándose ropa interior; él comprando una chalina. Necesitan un “Alberto” para grabar en los repuestos robados de auto pero nadie quiere hacer de maleante. Al final pagan a un “actor”. Cámaras, luces, acción. En la feria 16 de Julio de El Alto encuentras de todo.
Once: ‘Yo te doy mi vida, Juve’
Una chica lanza dagas en un circo. La carpa luce solitaria. Sin público, un circo es el lugar más desolado y triste del mundo. Cuando el rodaje matinal termina, a Tonchy se le ocurre una escena, fuera de guion. El cementerio de los elefantes es puro jazz. Los dos mejores amigos de la galaxia se van a traicionar. Son hermanos de sangre pero la traición es más fuerte. “Yo te doy mi vida, Juve”. Tonchy rueda el pacto, sangre con sangre.
Doce: ‘Me voy de gira por Europa’
Cuando se estrenó en septiembre de 2008 la película en la Cinemateca (luego también se pasó en el Cine Municipal 6 de Agosto) a Tonchy se le cerraron hartas puertas. Las salas y los festivales internacionales exigían una copia en 35 milímetros. Y eso costaba un huevo. Hacer el “transfer” (pasarla a celuloide en Chile o Argentina) duplicaba el exiguo presupuesto. Cuando el filme logró premios en el exterior (en “festis” que no jodían tanto), el público boliviano comenzó a volcarse poco a poco, boca a boca.
En un pase durante una semana de cine boliviano en la Cinemateca (en la época en que Marcos Loayza fue programador), la sala se llenó. Se programaron más horarios. La “peli” se quedó un año en la cartelera. Entonces las puertas de Europa se abrieron de par en par.
“Un amigo actor, Gabriel Palenque Cisternas, el que hizo de Abaroa en el filme Abaroa, el sol de gloria me dijo que podía conseguir unos pasajes para que fuera a Estocolmo y presentar allá”. Cecilia Matienzo Iriarte, otra amiga cineasta, que vive también en Suecia, armó el “tour”. La voz se corre entre la comunidad boliviana en Europa. Y Tonchy va de Madrid a Barcelona, de Barcelona a Bérgamo (Italia), de Italia a Suecia, de Estocolmo a Berlín. Un africano se acerca en la capital alemana y le dice a Tonchy: “Eso también pasa en mi país pero allí nadie lo muestra, todos ponen el problema del alcoholismo debajo de la alfombra”.
Trece: ‘¿Cómo va a mostrar eso de Bolivia?’
En el pase de Berlín en una sala de cine alquilada para la ocasión por su amiga Heike Schuetz, ante un público formado por bolivianos, latinos y alemanes, una señora de unos 30 años increpa feo a Tonchy. “¿Cómo van a mostrar eso de Bolivia? “Se la comieron a la doña, unos changos comenzaron a decir cosas como “estamos cansados de que se vean solo postales para gringos, llamitas y paisajes bonitos, eso ya lo vemos en Discovery”.
Catorce: ‘Le hemos achuntado’
Antezana se acuerda de dos gringos en Cochabamba. Durante el pase privado antes del estreno, la producción organiza un grupo focal. Tonchy tiene serias dudas del éxito de la película. La pasan por primera vez, gracias a un cuate, Wilder Vidaurre, en una sala de teatro de un instituto de la calle Colombia y España, en “Cocha”. Los elegidos son al azar. Es gente que pasa por la calle. “¿Te interesaría ver una peli boliviana?”. Así entran veinte changos y dos gringos turistas. Todos responden al cuestionario, todos salen fascinados, hipnotizados. Todos menos los dos gringos que se van después de la escena de la enterrada del Tigre en El Alto. “Creo que le hemos achuntado”, dice Tonchy cuando todos se van.
Y quince: ‘Se viene el remake o la precuela’
Christian Castillo lleva rato dándole vueltas a una versión teatral de la película y Tonchy quiere hacer un “remake” o una precuela. Al guionista le hubiese gustado contar con un buen director de fotografía, con una buena cantidad de “watts”, con un equipo de lentes completo. Por eso, desde hace dos años, suena con la “segundita”. Ya tiene escritas algunas escenas, incluso un inicio. Tonchy comienza a narrar.
Se imagina al “Juve” de nuevo haciendo huevadas. Cagándose la vida. Se sueña con el “Tigre” llamando a la puerta del Juvenal para ir a “chupar” otra vez. Mira por la ventana y ve cómo el “Tigre” y el “Juve” están pintando unos lemas electorales en los muros del barrio para ganarse unos quivos. Han escrito “vote” con be. La han cagado de nuevo, no van a cobrar esa platita.
Texto: Ricardo Bajo H.
Fotos: Ricardo Bajo y Película ‘El Cementerio de los elefantes’
Fuente: LA RAZÓN
Una corrección, en primer lugar el grupo Teatro del Quijote, no fue ni es un grupo de teatro callejero, fue en ese entonces y es un grupo muy bien constituido, ya que todos tubieron su formación en la Escuela Municipal de Artes de la ciudad de El Alto, y si bien en el casting les falto naturalidad, al confirmarse su participación trabajaron mucho para personificar y afinar su interpretación para el formato de cine, logrando la naturalidad que se deseaba, los personajes de en interpretación de Rosa Paye «Marlene», Eduardo Rojas «El bolas», Danitza Ramos «Una de las Ms» Sonia Ramos, «La chica del tigre» Jose Luis Calsina «Uno de los arraganes que reza el padre nuestro enterando a su compañera», y Joseph «los personajes de Gays» todos ellos integrantes del grupo Teatro del Quijote en ese entonces, que tubieron como director a Fernando Peredo el personaje «El tigre»