martes, noviembre 26
Shadow

Luzmila Carpio: Embajadora de la música ancestral

Con un silbido y un canto imitando el aviso del “huillaco”, un ave que pide la llegada de la lluvia, una de las voces más prestigiosas de la música ancestral andina nos cuenta sobre el descubrimiento de su pasión para dedicar su vida a la espiritualidad y cosmovisión indígena a través de la música.

Luzmila Carpio Sangüeza, la nortepotosina nacida en el pueblo de Qala Qala en 1949, recientemente fue reconocida, por la prestigiosa revista Rolling Stones, como un referente de la música y preservación de la identidad indígena en América Latina. Carpio, denominada “El Pájaro Cantor Andino”, lleva alrededor de 50 años compartiendo su peculiar canto y sus letras ancestrales. Con su arte, invita a concientizar la relación y el respeto hacia la tierra, el amor por las tradiciones y raíces indígenas, y, sobre todo, como ella menciona, es una búsqueda constante de “un cosmos que forme la constelación que ilumina el camino hacia la espiritualidad, la naturaleza y la igualdad”.

– Maestra Luzmila, ¿cómo comienza en este mundo de la música ancestral andina?

tan largo contarles todo esto, pero mi abuela, mi madre, en las comunidades, allá en Qala Qala, vengo del norte de Potosí, Ayllu Panacachi, todavía se habla de ailus en esa región, y mi lugar era aimara. Qala Qala, piedra sobre piedra, y luego se ha ido quechuisando, sino sería rumi rumi, que es en quechua muy diferente. Y mi madre me ha hecho escuchar el canto de los pájaros. ¡Qué mensaje me está trayendo! Me hacía acariciar las plantitas. ¡Mirá, ya está brotando la papita! Tienes que acariciarle, tenemos que cantarle para tener buena producción. En esa Qala Qala no había iglesia y, entonces, yo creo que, gracias a toda esa naturaleza, a ese cosmos, he continuado yo a tener estas sabidurías ancestrales que para mí es tan importante. Mi sueño era volver una Bolivia orgánica, ecológica, porque desde nuestros abuelos siempre tenemos ese pensamiento de cuidar la naturaleza. Entonces, estamos yendo perdiendo ese saber ancestral que en este momento está ya, creo, de moda.

– ¿Cuál sería probablemente el recuerdo clave, llamémoslo así, donde usted ha descubierto su talento como música?

Como mamá me hacía escuchar esas cancioncitas, frases musicales de los pajaritos (silba y canta en quechua), pero nosotros interpretamos “haz que caigan gotitas de lluvia para que las lombricillas no tengan sed”. Antes no había el teléfono, entonces hemos desarrollado esta escucha a las aves en los pueblos y eso nos está quitando a la vez el celular, no exageremos con los teléfonos y escuchemos la naturaleza que es tan bella. Veamos una rosa florecer, veamos los colores de las frutas, todo eso porque ahora estamos mirando sólo el celular, no exageremos, sino salgamos a respirar el aire puro de nuestras montañas, de nuestros campos, eso nos va a ayudar mucho. Y pues este Tata Inti que es nuestro sol andino que, digamos en la canción de este nuevo disco (Inti Watana)  justamente digo que entre a nuestros corazones este Inti y que nos ilumine nuestro ser porque necesitamos eso.

-¿En qué momento usted decide hacer de la cosmovisión andina una carrera musical para toda la vida o por qué decide hacerlo?

Linda pregunta. Mi madre es una de las cuatro mujeres y cuatro varones de la comunidad, entonces ella, la mayor, salía a trabajar hacia las minas de Siglo XX, ahí ha tenido mucha discriminación, marginamiento, porque era quechua y no hablaba nada de español entonces. Ni querían esa época saber de mi madre, no querían que ni que haga secar la ropa porque era la sirvienta. Entonces, ella decía “si supiera leer y escribir, hubiera escrito unos cuatro libros”, y a veces me contaba riendo, porque nosotros nos reímos de nosotros mismos también de lo que nos pasa y también a veces llorando, “hubiese escrito todo ese marginamiento”, decía. A mí toda esa historia hacía que me pregunte, ¿por qué nos hacen esto?, ¿qué hemos hecho de mal para ser tan aborrecidos? Entonces, ahí yo me acuerdo siempre que comprábamos azúcar, nos daban en papel, y cuando llegaba eso yo empezaba a hacerlo bien planito ese papel y decía “yo tengo que salir de aquí, yo tengo que salir de aquí”, pero yo no sé así me venía el deseo de estar en ese papel (periódico). Poco a poco, llegó el momento, llegué a Oruro a mis nueve años, ahí me presenté en una radio, empecé a cantar para audición de niños  pero canté mi huayñito en quechua, mi tornadita en quechua. Yo tenía ya mis nueve años yo creo, entonces empiezo a cantar, pero el pianista tapa el piano y me dice no, se ríe y me dice “tú no puedes cantar eso, anda a aprender canciones en castellano y vuelves”.  Me fui tan triste, pero la segunda vez encontré a otra amiguita que me llevó a la radio universidad de Oruro, ahí empiezo a cantar, pero esta vez ya no en quechua. A mi hermana le había pedido que me enseñe en castellano una canción. Entonces, en español, el señor me hace la tonalidad y pues bien finito entro ahí, ¿no? Cantando el himno nacional. Y el señor otra vez se ríe, se da la vuelta, “no”, me dice y me habla en quechua y me pide que cante en quechua. Y empecé a cantar lo que había llevado a la otra radio. Salió tan lindo que me dijo: “hijita, un día vas a cantar esas tus tonaditas, pero por ahora no. Yo te voy a enseñar cancioncitas en castellano, hasta que te hagas conocer”. Este señor se llama Don Ricardo Cortés, un potosino que estaba en el elenco de Radio Universidad como pianista y era no vidente de la Escuela de Ciegos Santa Cecilia de Oruro. Ahí empecé y dije: “yo voy a ir siempre adelante y me tienen aquí hasta ahora”.

– ¿Cómo logra llevar su arte a los oídos y escenarios extranjeros?

Podríamos decir que salí más a la luz y al oído de la gente cuando me proponen para que represente a Oruro como su ñusta en el festival Aquí Canta Bolivia, porque venían de los nueve departamentos con sus delegaciones. Cada cual traía su ñusta, ¿no? Y teníamos que aprender a tocar, cantar, cultura general, todo en diez minutos y me preparé tanto, en esa semana, para poder lograrlo y lo logré. Soy de ese tercer festival donde he salido ñusta nacional y pues busqué en el diccionario para más interiorizarme qué significa ser ñusta, y siempre traté de ser una ñusta de mi Bolivia. Después de eso, me he propuesto y me he impuesto ese rol de representar a la cultura, a la cultura nuestra, lo que más conocía. Entonces, ahí hubo una invitación para un viaje a Europa y ahí me abrí campo. Gracias a amigos de allá que han amado mi voz en Francia, me han hecho conocer Radio Francia Internacional, France Musique, France Culture. Había un programa muy lindo, Músicas del Mundo, de un griego y gracias a ese señor he hecho muchas emisiones en Radio Francia, France Musique, France Culture, hasta que en ese momento que me pidieron que haga un concierto en la casa de la radio. Tenían un sello, hasta ahora lo tienen, un sello de grabación para músicas de todo el mundo. Y yo estaba representando a Bolivia. Y así, sucesivamente, Francia me ha abierto muchas puertas, gracias a mi voz, pero más gracias a mis letras, sobre todo. Yo diría son los mensajes, los mensajes, esa espiritualidad que tiene nuestra cultura, eso es lo que más ha llamado la atención y que han encontrado un respeto enorme hacia nuestras raíces.

– Cuéntenos cómo se adapta o cómo busca también seguir llegando al público actual.

Este último disco (Inti Watana), justamente, yo lo he hecho, lo he compuesto con estas canciones que no han sido de la noche a la mañana, por lo menos unos ocho años he trabajado en mis composiciones. Pero esta vez, he dicho quiero que llegue este mensaje a la juventud, porque no quiero que sea solamente que se entre al museo y que Luzmila era esto, no. Quiero que sigan llegando estos mensajes de amor, de paz, de felicidad y del cuidado a nuestra madre tierra, que es ese respeto, pero en el mundo, ¿no? Y tiene que llegar. Entonces, lo cual ahora implementé un arreglador, alguien que le vista de colores de diferentes instrumentos, a mi voz y a mi mensaje.

Via: El Diario

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