
La casa donde Mario Vargas Llosa vivió parte de su niñez está en la calle Ladislao Cabrera, entre avenida Ayacucho y calle Nataniel Aguirre, en pleno centro de la ciudad de Cochabamba.
El escritor peruano falleció este domingo 13 de abril en Lima a los 89 años.
Para Vargas Llosa, Cochabamba no solo fue un lugar de paso, sino parte de un escenario formativo de quien décadas más tarde se convertiría en Premio Nobel de Literatura.
Una fotografía recuerda a Vargas Llosa junto a su madre, Dora Llosa Ureta, en 1940, en Cochabamba.
La casa de la Ladislao Cabrera es la número 168. Según relata el blog Enfrentados, ahí vivió Vargas Llosa sus primeros años de infancia junto a su familia materna.
En 1937, el abuelo de Mario, Pedro Llosa, firmó un contrato para introducir el cultivo de algodón en una hacienda en la zona oriental de
Bolivia. Debido a esto, los Llosa se mudaron de su natal Arequipa hacia Cochabamba.
En su libro ‘El pez en el agua’, Vargas Llosa cuenta: “La recuerdo como un Edén. Tenía un zaguán de techo alto y combado que devolvía las voces, y un patio con árboles donde, con mis primas Nancy y Gladyz y mis amigos de La Salle, reproducíamos las películas de Tarzán y las seriales que veíamos los domingos, después de la misa del colegio, en las matinales del cine Rex”.
En el blog se publica un video de hace años en el que se expone los cambios que hubo en la casona de un solo piso, que data de principios del siglo XX. En la actualidad, se conserva su fachada original, sin embargo, a lo largo de los años la vivienda tuvo varias modificaciones. En el patio de entrada ya no está el árbol de pacay en donde el abuelo Pedro, cuando no estaba trabajando en la hacienda, solía colgar una hamaca y tomar una siesta en las tardes.
La fachada mantiene en la actualidad el color azul.
Esta casa tuvo un significado importante para la formación de la vocación literaria del premio Nobel, ya que cobijó sus apasionantes primeras lecturas, luego que a los 5 años, en la clase del hermano Justiniano del colegio La Salle, aprendiera a leer.
Fue aquí en donde el autor de La ciudad y los perros pasó muchas horas ocupado leyendo revistas Billiken, Peneca, historietas y libros de aventuras con personajes fascinantes como el Rey Arturo, Guillermo Tell, Sandokán, el Capitán Nemo y Robin Hood.
A finales de 1945 la familia Llosa retornó a Perú, siguiendo al abuelo Pedro que había sido nombrado prefecto de Piura. Sin embargo, Mario siempre recordaría con nostalgia esos años en la casona de Ladislao Cabrera.
En 1998 cuando el escritor regresó a Cochabamba para presentar uno de sus libros, visitó la casa acompañado por la prensa y reconoció los lugares en donde habían transcurrido sus juegos de infancia. “Fue muy amable y en ningún momento comentó nada acerca de las modificaciones que había sufrido la vivienda”, recuerdó Carmen Marzana, propietaria de la vivienda, a quien el escritor le autografió un ejemplar de la novela ‘Los cuadernos de Don Rigoberto’, con una dedicatoria especial: “A Carmen, viuda de Tapia, con mucha nostalgia de la casa de Ladislao Cabrera, donde fui un niño feliz”.
Vargas Llosa, en su discurso de aceptación del premio Nobel, en 2010, recordó su infancia en esta ciudad.
“Aprendí a leer a los cinco años, en la clase del hermano Justiniano, en el Colegio de la Salle, en Cochabamba (Bolivia). Es la cosa más importante que me ha pasado en la vida”, dijo.
Y acotó después: “El paraíso de la infancia no es para mí un mito literario sino una realidad que viví y gocé en la gran casa familiar de tres patios, en Cochabamba, donde con mis primas y compañeros de colegio podíamos reproducir las historias de Tarzán y de Salgari, y en la Prefectura de Piura, en cuyos entretechos anidaban los murciélagos, sombras silentes que llenaban de misterio las noches estrelladas de esa tierra caliente. En esos años, escribir fue jugar un juego que me celebraba la familia, una gracia que me merecía aplausos, a mí, el nieto, el sobrino, el hijo sin papá, porque mi padre había muerto y estaba en el cielo (…)”.
ATADO A COCHABAMBA La relación de Mario Vargas Llosa con Cochabamba no concluyó en su infancia, sino que se prolongó a lo largo de su existencia, invadiendo, sobre todo, su vida sentimental.
En esta ciudad nacieron sus dos esposas: Julia Urquidi Illanes, con quien estuvo casado entre 1955 y 1964, y Patricia Llosa, su consorte desde 1965.
Célebre y hasta legendario fue el triángulo amoroso que unió a Varguitas con esas dos mujeres, habiendo parentesco familiar entre los tres: Julia fue tía del escritor y de Patricia, siendo esta última también prima del escritor.
Julia Urquidi, que murió en 2010 a los 84 años de edad, inspiró el libro “La tía Julia y el escribidor” (1977), una suerte de autobiografía novelada de Vargas Llosa en la que narra pormenores de la relación que los unió. Insatisfecha por esa versión de su exesposo, Urquidi escribió un alegato contra aquella novela, que tituló “Lo que Varguitas no dijo” (1983).
El joven Vargas Llosa, entonces de 19 años, y Urquidi (1926) se casaron a mediados de la década de los cincuenta, a pesar de la oposición de la familia, pues ella, diez años mayor que el escritor y divorciada, era además su tía política. El matrimonio duró hasta 1964 y, un año después, el escritor se casó con su prima Patricia Llosa, con quien tuvo tres hijos.
Via: Opinión