miércoles, noviembre 27
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Carnaval y el culto al diablo chapaco – Tarija

El diablo chapaco es el diablo campesino. La gente lo celebra en carnaval, pero le tiene miedo. El carnaval es imparable e inevitable. Los días de la fiesta del carnaval es una locura permanente, con un consumo excesivo del alcohol, la borrachera pública y descarada, una sexualidad exuberante, un potencial de violencia permanente y los inevitables muertos por pelea o por accidente. No es raro que los cristianos evangélicos le tengan tanto miedo y se encierren en sus casas para escapar del diablo.

Pero lo que el carnaval también es, es una manifestación ritual y cultural de Tarija y su gente, y como tal de mi interés profesional. El carnaval representa una de las siete épocas grandes de Tarija. Mi amigo Fercho me aconsejó que no trate de encontrarle sentido al carnaval, “es puro joda”. Mi apreciación es diferente: el carnaval es uno de los momentos rituales más fuertes dentro de la cultura chapaca. Y esta ritualidad tiene que ver de manera directa con el diablo como imagen mítica, presencia espiritual y símbolo profano. Creo adecuado describir esta situación como un culto al Diablo. Un culto nativo, popular y diferenciado de otros cultos satánicos universales. En Tarija dicen que para carnaval el diablo anda suelto. Salir de diablo para Carnaval es como salir de chuncho para San Roque.

Yo fui educado en un colegio católico y en una familia católica. La idea del diablo todavía me evoca profundos sentimientos de miedo. Pero como antropólogo también sé que a lo largo de la historia se ha utilizado a la idea del diablo como excusa para perseguir y subyugar otras formas de religiosidad nativa. Todo lo que no provenga de la santa madre iglesia es obra del diablo, o así la versión más extrema del dogma cristiano. Las hogueras de la Inquisición y las campañas de extirpación de idolatrías son todas ellas parte de esta tendencia represiva. Existe una perversidad particular al equiparar a la abuelita que te cura con mates de hierbas con una bruja endemoniada, concubina del diablo y enemiga de la humanidad.

La imagen del diablo evoca de manera directa la presencia del mismísimo Satán, el Príncipe de las Tinieblas. Puedo comprender que los cristianos le tengan miedo. Pero con el diablo chapaco es diferente. Para comenzar, el culto al diablo en Tarija es mucho menos oscuro y perverso del que le hacen propaganda en películas y cultos religiosos en otras partes del mundo. El diablo es tan parte de la cultura chapaca como lo son San Roque, la Virgen de Chaguaya y el Niño Dios.

El culto al diablo chapaco se articula alrededor del carnaval como elemento festivo. Tiene un mito relacionado: la imagen del diablo y la historia de la salamanca. La salamanca es el lugar, normalmente una quebrada profunda, donde se dice que aparece el diablo (“asusta”) y de donde se saca y se entierra el carnaval. Entonces, el mito tiene correlación con la ejecución del rito. El diablo chapaco tiene presencia durante el corso, donde acompaña las comparsas carnavaleras. Pero su momento ritual de mayor relevancia es para el Domingo de Tentación (el domingo después de carnaval, ya en plena cuaresma), cuando se realiza el Entierro del Diablo.

Esta es una celebración divergente y aislada de la temporalidad religiosa. Invade el espacio de arrepentimiento y contrición que representa la Cuaresma y es de naturaleza netamente popular y campesina. Todos los barrios populares viejos, periféricos y con algún tipo de origen campesino tienen un entierro del diablo, lo mismo que casi todas las comunidades campesinas de la Tarija rural. El único lugar donde no lo encuentras es en el centro, donde la elite local se protege de esta presencia maligna. Entonces, esta celebración tiene un importante componente cultural y de clase.

El diablo chapaco dentro del contexto ritual del carnaval es uno de los pilares fundamentales de la identidad chapaca y parte integral de nuestro patrimonio cultural

El diablo lleva una máscara grotesca y monstruosa, ropa vistosa, estrafalaria y hecha jirones. En la mano lleva un látigo y en algunos lugares colgado del cuello una campana y de la cintura un gran falo ritual. El diablo macho va acompañado de una diabla hembra, la cual lleva en sus brazos un diablito, al cual protege con su propia vida de los diablos que se lo quieren robar. La diabla es un hombre disfrazado de mujer. Representa no solo la cualidad de materna (por su wawa), sino también se convierte en el objeto ritualizado del deseo sexual y sexualizado de todos los diablos que bailan a su alrededor.

Se baila, se toma, se celebra, y al final se “entierra” al diablo en forma de muñeco en una cárcava, en el río o en el fuego. Luego del entierro se guarda el erque, se saca la máscara y se vuelve tranquilos a la casa. Ahora si ya es Pascua. El diablo se convierte así en el actor principal de una de las épocas festivas más importantes del calendario ritual chapaco. El diablo chapaco dentro del contexto ritual del carnaval es uno de los pilares fundamentales de la identidad chapaca y parte integral de nuestro patrimonio cultural.

ElPais

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