En el corazón de la Amazonía boliviana, Judith León Bravo ha encontrado su misión: restaurar y preservar las esculturas sagradas que adornan la iglesia de su pueblo natal, San Ignacio de Moxos. Con más de 40 años de vida en La Paz y una formación académica en artes plásticas, Judith ha regresado para aportar su conocimiento y pasión en un proyecto que combina tradición, fe y arte.
Judith utiliza técnicas tradicionales y materiales autóctonos para sus restauraciones. “No utilizo otros materiales, excepto la carpicola vinílica de carpintería”, explica. Este adhesivo es crucial en su trabajo, permitiéndole unir partes de las esculturas sin recurrir a clavos, alambres o fierros. La coherencia y la autenticidad son esenciales: “Para la restauración utilizo madera de la misma especie en que estoy trabajando. He trabajado con tajibo negro, mara y cedro, dependiendo de la pieza”.
La artista también ha desarrollado una masilla especial hecha del polvillo de la misma madera que restaura. Este material ha demostrado ser eficaz, proporcionando soporte y estabilidad a las esculturas deterioradas. “He hecho un proyecto de investigación sobre esta masilla con pruebas y todo y me ha dado un buen resultado”, afirma Judith con orgullo.
El Cristo crucificado hizo realidad el sueño de Judith
Judith nació con la pasión por la escultura y el arte. A sus 15 años dejó su pueblo para aventurarse en La Paz, donde estudió artes plásticas con especialidad en escultura. Su retorno a San Ignacio de Moxos fue impulsado por un deseo profundo de contribuir a su comunidad. “Visité la iglesia y, ya con el conocimiento académico, dije: un día quiero hacer algo por mi pueblo y por la iglesia”, recuerda.
El primer proyecto fue la restauración del Cristo crucificado. “Estaba emocionada… era un sentimiento grande de emociones encontradas, de alegría, de felicidad”, dice Judith. Con su trabajo no sólo restauró la escultura, sino que también pintó el altar del Cristo, logrando presentar la obra justo a tiempo para la Semana Santa.
La conexión se hizo posible gracias al padre Fabio Garbari, quien seguía la carrera de Judith a través de su página de Facebook. Sin saber que ella era originaria de San Ignacio, la invitó a trabajar en un proyecto de restauración. “Regresé al pueblo y tuvimos una entrevista con el padre Fabio y el Gran Cabildo Indigenal. Me hicieron la invitación de hacer un primer proyecto como prueba, porque la verdad, a mí nadie me conocía”, relata Judith.
Esta aproximación y redescubrimiento fue grata para el Gran Cabildo Indigenal, para Garbari y Judith, pues cumplía su anhelo de aportar con su arte a la iglesia y a su pueblo, de esta manera, el arte ignaciano está siendo restaurado por las virtuosas manos ignacianas.
via: Los Tiempos