El ballet folclórico Antawara Bolivia hizo historia esta semana al convertirse en el primer elenco de origen latinoamericano en actuar en la ceremonia de los Premios Grammis de Suecia, con una coreografía llena de ‘flow’.
Para la edición 2023 del certamen, que tuvo lugar en el enorme complejo de eventos Annexet de Estocolmo, los organizadores eligieron un número que reuniría a dos cantantes suecos con un acompañamiento único: 23 bailarines de tinkus.
La idea original fue de Ulises Infante Azocar, conocido en el medio artístico como Stor. Nacido en Suecia de padres chilenos (el poeta Sergio Infante uno de ellos), desde muy joven asistió a festivales de cultura latina en el país europeo, y de esa forma conoció el trabajo de Antawara.
La idea era singular y temeraria, un gran reto, como recuerda Patricia Portillo, coreógrafa y maestra del ballet formado en los 80 por familias bolivianas residentes en Suecia.
“En el primer ensayo, cuando escucharon la canción, [los bailarines] me miraron y me dijeron ‘Pero Pati, ¿a qué lado quieres que bailemos esto’?”, relata. Era comprensible, Stor es un rapero consolidado y la canción que presentaría en el show no podía ser más diferente a las melodías del tinku boliviano.
Pero ya desde los ensayos preliminares, el asombro que provocaban anticipaba que esta extraña combinación funcionaría.
La presentación tuvo un inicio solemne: un extenso estrado en el que únicamente se erigían dos varones vestidos con coloridos ponchos, ch’ulus y abarcas; uno de ellos tocando una quena y el otro entonando un cántico aimara que terminó diluyéndose con notas de piano y la voz de Moonica Mac y, segundos después la de Stor, con un micrófono en la mano y una chuspa colgando del cuello.
Y entonces, la calmada atmósfera se inyectó del vigor de los tinkus de Antawara, que llenaron el escenario mientras el artista sueco continuó soltando estribillos que incluían la frase “Janaq pacha”, para después retirarse momentáneamente, de modo que las ‘imillas’ y los ‘llokallas’ tuvieran la completa atención del público.
Logrando una comunión entre música moderna y tradición milenaria, los beats del rap de Stor coincidían con las patadas al aire y sacudidas de caderas.
Los Grammis 2023 reconocieron a Tove Lo —catapultada a la fama con su éxito “Habit”— como la artista del año; y a los tinkus bolivianos como un auténtico himno de batalla.
Estos galardones, instituidos en 1969 como el equivalente local de los Grammy de los Estados Unidos, son los premios de música suecos más antiguos y se otorgan anualmente a músicos y compositores de esa nación en una ceremonia que nunca antes había delegado una performance a un grupo de danza sudamericano.
“Nosotros somos los primeros, el primer grupo latinoamericano en Suecia, que llega a pisar el programa de Grammis”, destaca Patricia.
La presentación de Antawara puede verse en el canal de YouTube de Antawara, y para su búsqueda, el clip está con el nombre “2023 05 03, Antawara | STOR”.
LAZOS DE NACIÓN Antawara Bolivia se fundó el 8 de septiembre 1988 por dos familias bolivianas que llegaron a Suecia a inicios de esa década. Tras un primer periodo de ajuste y establecimiento, en enero del 92 se abrió a nuevos integrantes y al día de hoy cuentan con más de 50 bailarines de entre 4 a 26 años, la mayoría de origen boliviano, con algunos integrantes latinoamericanos.
Nacida en La Paz, Patricia Portillo Torres emigró al país vikingo con sus padres cuando tenía nueve años de edad y aprendió a bailar, al principio, través de videos de carnavales.
“De ahí íbamos sacando pasos”. No fue sino hasta que contrataron instructores del ballet Conadanz que desarrollaron “coreografías bien hechas”.
Confiados, comenzaron a presentarse en competencias de baile y eventos, como el Festival de Agua de Estocolmo de 1992. Ese mismo año fueron invitados a actuar en Oslo, Noruega, cuando Rigoberta Menchu recibió el Premio Nobel de La Paz.
“Durante esta trayectoria hemos logrado construir una escuela en El Alto de La Paz y durante varios años estuvimos ayudando con los pagos de sueldos de los profesores”, cuenta Portillo, sobre las actividades benéficas que procuran ejecutar.
Entre participaciones que los encontraban con grupos como Los Kjarkas (en tres ocasiones), Illapú e Inti Illimani, fueron diversificando su catálogo. “Caporales, diablada, morenada, tobas, tinku, chacarera, tundiqui, saya, kullawada, antawara, llamerada, chovena, taquirari, pasacalle, waca waca cuecas de diferentes departamentos de Bolivia, etc.”, enumera.
Como ella también reconoce, en el país nórdico existen varias fraternidades, pero generalmente se enfocan en los bailes más populares, como los caporales, y es por ello que Antawara se distingue, mostrando apertura a una mayor diversidad de ritmos.
En su papel de profesora, relata que los niños suelen pedirle aprender ciertos estilos, no necesariamente familiares y, ayudados por plataformas como YouTube, continúan aventurándose hacia nuevos territorios, sin olvidar el de origen.
“Nuestro objetivo siempre ha sido mantener nuestras raíces y mostrar la belleza de nuestra cultura y de esa manera tratar de construir un mejor entendimiento entre los que vivimos en Suecia”, puntualiza Pati, como la llaman entre el grupo, que ya se hizo un lugar en nuestra historia cultural.
Vía: OPINIÓN