martes, noviembre 26
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Ruinas arqueológicas de Ch’uku Perka se entierran en el descuido e indiferencia de las autoridades

Un camino de tierra con una imponente vista al lago Titicaca a su izquierda y montañas semiverdes a su derecha permiten llegar hasta Santiago de Ojje, un pueblo que vive de la agricultura, aunque el año pasado y lo que va de éste se vio azotado por la sequía.

La única fuente de ingresos se ve coartada ante la falta de lluvias y, a pesar de que tiene a la mano “una mina de oro” con las ruinas arqueológicas de Ch’uku Perka, éstas se entierran paulatinamente bajo el olvido de las autoridades. Página Siete estuvo en el lugar.

Hacia las ruinas

Al llegar a San Pablo Tiquina, por obligación los pasajeros deben bajar del bus, pues éste debe pasar vacío al otro lado del lago Titicaca en una plataforma gigante. Los visitantes también deben hacerlo, pero en una lancha, de otra manera los balseros no podrían conseguir su sustento de vida.

Este medio de transporte acuático, cuyo servicio cuesta 2 bolivianos, tiene capacidad para 20 a 25 personas, pero muy pocas veces se cumple aquello y los pasajeros deben ir parados y agarrarse de lo que puedan hasta llegar a su destino.

Tras unos minutos sobre el agua, al otro lado del estrecho, está San Pedro de Tiquina. Lo primero que se observa es un monumento a Manco Kapac y de fondo un mercadito de paredes blancas y grandes ventanas de vidrio. Los pasajeros vuelven a su bus y se pasan de largo rumbo a Copacabana sin mirar las maravillas de los pueblos de esta región, ya que no existe un centro turístico que dé a conocer que existen.

$!Todo el espacio arqueológico está olvidado y descuidado.

En los 30 minutos desde Tiquina hasta Santiago de Ojje se observan los sembradíos de papa, haba, oca, choclo y otros, pero las plantas están pequeñas y maltratadas por las heladas y la escasez de lluvias. Los productores de esta zona no pueden sacar agua del lago Titicaca porque no cuentan con bombas, así que deben esperar las precipitaciones. Es un drama y a eso se cuma que tienen al lado las ruinas de Ch’uku Perka, un “diamante en bruto” del que no pueden sacar provecho, aunque lo intentaron en 2016 y 2020.

Al lado izquierdo del camino, un hombre de polera café, sombrero, jean y guantes trabaja en la tierra, es don Mamerto Cordero, quien vive allí desde que nació, y que se ofrece para ser anfitrión y mostrar el “tesoro escondido”.

“Aquí sabíamos jugar cuando éramos niños, tirábamos una piedrita y sonaba en lo hondo. Debajo de esta piedra hay un túnel, pero no se puede entrar, no podemos levantar esta piedra”, cuenta mientras intenta lanzar una roca sin éxito, pues la entrada está casi cubierta por la tierra y las plantas. Se cree que allí hay un templete parecido al de Tiwanaku, pero aún sigue escondido.

Las ruinas, que datan de por lo menos 100 años antes de Cristo, están a unos 500 metros del camino, desapercibidas, debido a que están en un nivel más bajo, oculto a los ojos de cualquiera, pero caminando un poco se encuentra la mina arqueológica.

Lo primero que se distingue es una piedra cuadrada con un tallado encima. “Es una anaconda -dice Mamerto-, está enredando su cabecita, y eso tiene más de 2.000 años, esto estaba siempre (ahí), pero nadie le daba importancia. Estaba desde los (tiempos de los) abuelos”.

$!La piedra tallada se distingue entre las ruinas.

La mitad de la piedra tallada está pintada de negro porque estaba volteada en un foso, el agua provocó que el hierro que tiene la arenisca se oxide y se pinte oscurezca, pero su forma se mantiene. A su alrededor hay otras, las cuales no pueden ni deben moverse, a menos que sea bajo supervisión de especialistas profesionales, refiere el comunario.

En Ch’uku Perka, la mayoría de las piedras pesan más de una tonelada, están hechas de arenisca roja provenientes de canteras de desaguadero y Huaqui. Uno de los mitos relata el viaje de una víbora en un río de leche, que es la vía láctea, donde está presente la serpiente Ch’uku Perka. Otro indica que allí había un rey, un líder que se identificaba con el coraje de la serpiente. Y un tercero que refiere que allí era un fuerte militar de defensa.

“Según me cuentan, antes esto era Perú, allá en 1938 ha habido un canje. Esta piedra estaba bien acomodadita, ahora ya no está, está todo destrozado, queremos una restauración, nosotros queríamos hacer una restauración, pero no hay que tocarlo, tienen que venir arqueológicos. Hemos intentado generar recursos, hay que moverse, hay que dedicarse, pero los hermanos (pobladores) quieren ganar recursos rápido”, indica Mamerto.

“Queremos una restauración, nosotros queríamos hacer una restauración, pero no hay que tocarlo, tienen que venir arqueológicos”

Mamerto Cordero, habitante del lugar.

De acuerdo con el arqueólogo Javier Mencías, Ch’uku Perka era un pequeño grupo de humanos que desarrollaban un sistema religioso que perdió peso o interés político, y todo el poder religioso y de culto se centralizó en Tiwanaku, dejando de lado este centro, pero convirtiéndolo en un satélite administrativo.

“Desde esta óptica, Santiago de Ojje (y otros aledaños) siguen siendo asentamientos extremadamente importantes porque nos explican cuál ha sido el fenómeno cultural, histórico, procesos sociológicos, políticos, administrativos que han dado pie a la centralización del poder en Tiwanaku”.

Agrega que cada año piden a las autoridades que apoyen en dicha restauración, no obstante su pedido no es escuchado.

$!Charcos de agua, barro y humedad arruinan las ruinas arqueológicas.

En La Paz, 639 de 707 sitios arqueológicos no tienen protección legal

El departamento de La Paz tiene una infinidad de riqueza arqueológica cultural. De acuerdo con el presidente de la Sociedad de Arqueología, Javier Mencías, apenas se documentó el 30% de todos los sitios arqueológicos existentes, lo que equivale a tan solo 707 sitios monumentales, de los cuales 639 no tienen protección legal, es decir están en absoluta indefensión desde la perspectiva de declaratoria formal como patrimonio cultural boliviano.

Por otro lado, están las que sí tienen la protección legal, como Ch’uku Perka, pero no cuentan con la protección física, lo que provoca que cada día se deterioren más y sean susceptibles al saqueo.

“Cuando uno se acerca a Ch’uku Perka ve mucho material cerámico fragmentado, hay material lítico en superficie, en todo lado y la gente suele tener la mala costumbre de llevarse ese material arqueológico como recuerdo, esto es terrible porque estamos hablando de un saqueo sistemático no con la intención de destruir el sitio, pero ese es el efecto colateral”, indica el experto.

Agrega que en el 99,9% de casos de sitios arqueológicos sólo existe un tipo de protección, ya sea legal o física, pero no ambos. La excepción es Tiwanaku (La Paz) y Samaipata (Santa Cruz), que son dos sitios arqueológicos estrella porque son patrimonio cultural de la humanidad.

En este sentido, Mencías explica que los distintos niveles de gobierno incurren en el delito de incumplimiento de deberes porque, a pesar de que algunos lugares no tienen declaratoria de patrimonio cultural, la Ley 505, en su artículo 35 parágrafo II, manda a protegerlos.

“El artículo 35 dice: ‘Los vestigios y contextos arqueológicos, paleontológicos y subacuáticos no requieren declaratoria expresa para ser reconocidos como patrimonio cultural boliviano’. Este artículo es la palabra final, en ningún lugar deberíamos estar declarando patrimonio, el Estado sólo por el artículo de la Ley 530 está incurriendo en incumplimiento de deberes, porque esta es la ley matriz, la ley central”, indicó.

Finalmente, expresó que restaurar estos lugares tiene un costo alto porque deben realizarse una serie de estudios previos y un plan de gestión para explotarlo turísticamente, no obstante, a diferencia de otros países como Perú y México, Bolivia no pone el interés suficiente en este tipo de riquezas naturales.

Mientras tanto, la degradación aumenta y con el paso de los años estos sitios quedarán como uno de tantos, donde lo más importante no será la pérdida de lo físico, sino del conocimiento y la historia que representa.

“Las ruinas de Ch’ukuPerka son muy importantes, porque la arqueología no se trata del objeto, se trata de la información que contiene ese objeto y normalmente la información está en el contexto que rodea al objeto. El objeto es el resultado de muchas actividades humanas”, puntualiza el arqueólogo.

Página Siete

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